Reflexión sobre el fenómeno social detrás del turismo masivo y su impacto en la cultura, la espiritualidad y la identidad humana.
La reciente muerte del Papa Francisco y la elección de León XIV como nuevo líder de la Iglesia Católica marcaron uno de los acontecimientos globales más relevantes de los últimos años. Pero más allá del significado espiritual del cónclave, llama la atención la inmensa cobertura mediática y el fenómeno turístico que generó. No sólo los medios religiosos, sino la prensa internacional en todas sus líneas editoriales, credos y posturas, estuvieron al pendiente de Roma con una intensidad que cuestiona: ¿se trata de un interés auténtico por el rumbo de la Iglesia o de una curiosidad morbosa disfrazada de fervor?
La Ciudad Eterna, centro del turismo religioso por excelencia, se llenó de visitantes y reporteros. En medio de este escenario, las redes sociales amplificaron la opinión de voces que, con poco conocimiento, opinaban con vehemencia sobre los candidatos al papado, el funcionamiento de la Iglesia o los rituales del Vaticano, como si se tratara de una lucha por el poder y no de una decisión espiritual.
La pregunta inevitable es si realmente hay un deseo sincero por comprender el papel del Papa o si el interés se reduce al país de origen, el color de piel o la ideología del elegido. ¿Celebramos el peso histórico del momento o simplemente nos dejamos llevar por el espectáculo?
Entre Lo Simbólico Y Lo Viral
Los protocolos centenarios del Vaticano, como la Sede Vacante o el humo blanco del cónclave, resaltan en esta era de inmediatez. Generan asombro por su solemnidad, igual que los rituales de la realeza británica, que mantienen la atención mundial por su tradición y pomposidad. Lo antiguo parece hipnotizar en la medida en que resiste la vorágine de la modernidad.
Pero esta observación no se limita al ámbito religioso. La misma dinámica se vive en el turismo cultural y gastronómico. Ejemplo claro: en el Louvre de París, la mayoría de los visitantes corren hacia la Mona Lisa para fotografiarla, ignorando en gran medida el resto de la colección. ¿Hay verdadero interés en la cultura o sólo seguimos una lista de lo “imprescindible” para las redes sociales?
Zygmunt Bauman, sociólogo polaco, hablaba de una “sociedad líquida”, donde las pasiones e intereses son efímeros y moldeados por lo viral. En palabras de la filósofa Catalina Dobre, parafraseando a Cioran: “el origen del mal está en no hacernos preguntas; en la ignorancia”. Y es que en esta era hiperinformada, la falta de cuestionamiento lleva al vacío, al turismo vacío, a la experiencia sin sentido.
El Riesgo Del Overtourism Y El Checklist Existencial
Uno de los efectos más notorios de este fenómeno es el overtourism: la masificación destructiva de destinos culturales y naturales. Ya no se busca conocer un lugar, sino tacharlo de un “bucket list” personal. Se viaja no por deseo, sino por presión social. No se disfruta, se documenta. No se respeta el entorno, se explota para una foto.
La industria turística y gastronómica, por supuesto, se beneficia económicamente de esta tendencia. Comunidades enteras encuentran en el turismo una fuente vital de ingreso. Promocionar destinos es crucial para su preservación. Pero ¿cuál es el precio humano de reducir la experiencia a una postal?
¿Consumimos Cultura O Simplemente la Usamos?
Esta reflexión no pretende negar el valor del turismo ni sus beneficios. Más bien, invita a cuestionarnos desde lo más íntimo: ¿viajo porque me mueve la curiosidad y el deseo de aprender? ¿o porque me dijeron que “debo” estar ahí? ¿me alimento para saborear o para aparentar? ¿visito lugares para conocer o para coleccionar likes?
La verdadera riqueza del turismo y la gastronomía está en lo que nos transforman. Pero si dejamos que el morbo, la vanidad o la presión social definan nuestros destinos, terminaremos vaciando de sentido lo que debería ser una búsqueda de plenitud.
Hay espacio para todos, sí, pero no debemos prostituir nuestros gustos ni nuestra identidad por unas cuantas imágenes en redes sociales. Viajemos con el alma, no con el ego. Busquemos lo que en verdad nos conecta, no lo que sólo nos distrae. Porque el verdadero viaje no es hacia afuera, sino hacia lo que somos.