El arranque del mandato de Claudia Sheinbaum como presidenta de México ha traído un cambio en la dinámica de la política exterior del país. En su primer viaje internacional, la mandataria acudió a la cumbre del G20 en Río de Janeiro, donde México recuperó un protagonismo que había disminuido en años recientes. En la cumbre, Sheinbaum sostuvo reuniones con líderes mundiales como Joe Biden, Xi Jinping, Justin Trudeau y Emmanuel Macron. Además, promovió una propuesta audaz: destinar el 1% del gasto militar global a programas de reforestación para combatir el cambio climático, reafirmando su enfoque en temas sociales y ambientales.
El retorno de México a la primera línea de la política internacional combina continuidad con innovación. Aunque Sheinbaum mantiene elementos simbólicos y programáticos de su predecesor, Andrés Manuel López Obrador, como la política social Sembrando Vida y un enfoque de trato igualitario con Estados Unidos, también busca imprimir un sello propio. Este enfoque híbrido ha marcado sus primeros meses en la presidencia.
Sin embargo, el panorama internacional plantea retos importantes. La victoria de Donald Trump en Estados Unidos y su regreso a la Casa Blanca el próximo enero trae consigo la amenaza de tensiones bilaterales. Las políticas de mano dura contra la migración, las presiones comerciales y las estrategias contra el narcotráfico generan incertidumbre sobre la relación con el vecino del norte. Aunque México ha tomado medidas proactivas, como la movilización de su red consular y el decomiso histórico de fentanilo, aún queda por definir una estrategia integral para enfrentar estos desafíos.
En el ámbito latinoamericano, la política exterior de Sheinbaum se encuentra en una encrucijada. La próxima toma de posesión de Nicolás Maduro en Venezuela ha generado críticas internacionales y sospechas de fraude. México, que había actuado como mediador en las negociaciones entre el chavismo y la oposición, ha decidido enviar una delegación diplomática, lo que supone un giro hacia un apoyo más directo al régimen venezolano.
Por otro lado, las relaciones con Perú y Ecuador permanecen tensas, mientras que las alianzas con gobiernos progresistas de Brasil, Colombia y Chile se han fortalecido. Este equilibrio regional es crucial para la estrategia diplomática de México, pero también refleja los desafíos de mantener una postura coherente frente a regímenes más autoritarios, como el de Nicaragua.
El vínculo con España continúa siendo un tema delicado. Aunque las relaciones políticas permanecen frías, persiste un dinamismo económico y cultural, como lo demuestra la invitación de España como país de honor en la Feria Internacional del Libro de Guadalajara. Sin embargo, no se vislumbran avances significativos en el corto plazo, especialmente en medio de la polémica sobre las disculpas por abusos históricos durante la Conquista y la Colonia.
A nivel multilateral, México ha incrementado su presencia en foros internacionales, condenando abusos como los cometidos en Palestina y participando activamente en iniciativas globales. Sin embargo, esta mayor visibilidad contrasta con un enfoque crítico hacia organismos como la ONU, heredado del gobierno anterior.
Los próximos meses serán decisivos para definir la estrategia internacional de Sheinbaum. Además de los retos inmediatos con Estados Unidos, la presidenta deberá consolidar su liderazgo en América Latina, manejar las tensiones con España y fortalecer los vínculos diplomáticos con socios estratégicos como China y la Unión Europea.
Sheinbaum se enfrenta al desafío de mantener el equilibrio entre los principios tradicionales de la política exterior mexicana y la necesidad de adaptarse a un entorno internacional cambiante. Los primeros pasos de su gobierno han demostrado un intento por reposicionar a México en el escenario global, pero el éxito de esta estrategia dependerá de su capacidad para responder a los retos que ya están en marcha.