Durante décadas, la capital peruana, Lima, fue etiquetada como “la horrible”, una descripción acuñada por Sebastián Salazar Bondy en su ensayo de 1964, reflejando una ciudad asediada por la desigualdad, el caos y la contaminación. Sin embargo, en un giro notable, Lima ha emergido como un importante destino turístico internacional, desafiando su estigma pasado y demostrando una notable transformación.
El cambio de Lima comenzó con iniciativas para revitalizar su patrimonio y la explosión de su reconocida gastronomía. Con casi dos millones de visitantes en 2022, la ciudad ha resurgido, aunque aún por debajo de las cifras pre-pandémicas. Los desafíos como la COVID-19 y las protestas políticas han sido obstáculos, pero la ciudad ha perseverado, ganando reconocimientos como el de los World Travel Awards.
La gastronomía de Lima, con figuras como Virgilio Martínez y Gastón Acurio, ha sido un imán turístico, atrayendo visitantes exclusivamente por su oferta culinaria. Restaurantes como Central y Maido son ejemplos del prestigio culinario de Lima. Juan Luis Orrego, de la Pontificia Universidad Católica del Perú, destacó el atractivo de la gastronomía limeña, que trasciende los restaurantes de alta cocina, extendiéndose a populares cebicherías como Al Toke Pez.
El litoral de Lima ha ganado importancia, con el Malecón y playas que atraen tanto a locales como turistas. Distritos como Miraflores y Barranco resaltan por su vida residencial, financiera y bohemia. Iniciativas culturales en Barranco y el proyecto Monumental Callao, liderado por Leyla Aboudayeh, han transformado áreas anteriormente marcadas por la delincuencia en centros culturales vibrantes.
El centro histórico de Lima, reconocido por la UNESCO, ha visto una revitalización significativa. Programas como Prolima han contribuido a la restauración de edificios históricos y la peatonalización de calles, mejorando la experiencia turística.
A pesar de los avances, Lima enfrenta desafíos persistentes como el tráfico caótico, la informalidad en el transporte público y la desigualdad social. Proyectos de infraestructura están en marcha, pero queda mucho por hacer. La visión de una Lima mejorada no solo busca atraer turistas sino también mejorar la calidad de vida de sus habitantes. La transformación de Lima, de ser “la horrible” a un destino turístico deseado, es un testimonio de su resiliencia y capacidad de reinventarse.