Un Estudio Revela Su Rol Clave en la Biodiversidad Vegetal
La extinción del Notiomastodon platensis hace más de 10.000 años en Sudamérica no solo significó la desaparición de un gigante prehistórico. Nuevas investigaciones confirman que este mastodonte cumplía un papel insustituible en la dispersión de semillas de frutos grandes, afectando hasta hoy la regeneración de los bosques nativos.
Un estudio publicado en Nature Ecology & Evolution, liderado por la Universidad de O’Higgins en colaboración con universidades españolas, ofrece la primera evidencia fósil directa de la frugivoría de esta especie. A través del análisis de 96 dientes recolectados desde Los Vilos hasta Chiloé, los científicos revelan cómo su desaparición ha dejado a muchas especies vegetales en una situación crítica.
La Frugivoría Confirmada Por Métodos Fósiles Avanzados
Para descifrar la dieta de estos animales, el equipo aplicó una metodología multiproxy que incluyó isótopos estables, microscopía de desgaste dental y análisis de cálculos fósiles adheridos a los dientes. Los resultados son contundentes: los mastodontes consumían frutos carnosos y participaban activamente en la regeneración forestal.
Carlos Tornero, de la Universitat Autònoma de Barcelona, explicó que la química dental permitió “una ventana directa al pasado”, confirmando que estos animales eran dispersores efectivos. Se detectaron residuos de frutas como la palma chilena (Jubaea chilensis), así como estructuras vegetales compatibles con otras especies de frutos grandes. Esta función ecológica, perdida desde su extinción, no ha sido reemplazada por ninguna otra especie de gran tamaño.
Florent Rivals, del IPHES-CERCA, destacó: “Estos fósiles validan por primera vez la hipótesis de las anacronías neotropicales, según la cual ciertos frutos evolucionaron junto a megafauna que hoy ya no existe”.
El Impacto Ecológico Persiste Hasta Hoy
Los datos muestran que la extinción del Notiomastodon provocó una ruptura en relaciones coevolutivas que se habían desarrollado durante milenios. Andrea P. Loayza, coautora del estudio, advierte que “donde esa relación se rompió, las consecuencias siguen siendo visibles miles de años después”.
El equipo usó modelos de aprendizaje automático para evaluar el estado de conservación de plantas dependientes de megafauna. En el centro de Chile, hasta el 40% de estas especies están amenazadas, una cifra que cuadruplica la tasa en regiones tropicales donde aún existen dispersores como tapires y monos. Esta pérdida ecológica ha reducido la diversidad genética y la capacidad de resiliencia de los ecosistemas afectados.
Plantas Relictas Y Vulnerabilidad Genética
Entre las especies vegetales más perjudicadas figuran la gomortega (Gomortega keule), la palma chilena y la araucaria o pehuén (Araucaria araucana). Estas plantas, que evolucionaron para atraer grandes dispersores como el mastodonte, hoy sobreviven en poblaciones fragmentadas y con baja variabilidad genética.
Según el informe, estos vegetales son “vestigios vivos de una relación desaparecida”. Su persistencia en ecosistemas alterados las expone a mayores riesgos ante el cambio climático, incendios forestales y pérdida de hábitat. Sin los grandes herbívoros que antes esparcían sus semillas a larga distancia, su capacidad de adaptación ha quedado severamente limitada.
La Paleontología Como Herramienta de Conservación
Más allá del aporte paleontológico, los autores insisten en que el estudio tiene implicaciones actuales. Comprender las funciones perdidas permite diseñar estrategias de conservación más eficaces y restaurativas. “La paleontología no es solo historia antigua”, afirma Rivals. “Nos muestra lo que hemos perdido y lo que aún podemos salvar”.
Este trabajo no solo responde a una hipótesis ecológica debatida por décadas, sino que también refuerza el llamado urgente a proteger la biodiversidad restante. La ausencia de los mastodontes es una advertencia silenciosa: cuando se extingue un dispersor clave, el ecosistema entero sufre.