En el noreste de Brasil, una región empobrecida y afectada por la sequía, el viento se ha convertido en un recurso valioso para las empresas energéticas. Sin embargo, este descubrimiento ha traído consigo tanto beneficios como desafíos para las comunidades locales.
La Historia de Dos Comunidades
Los primos Nilson José dos Santos y Geremias da Cruz dos Anjos crecieron en comunidades rurales vecinas y han experimentado la expansión de la energía eólica de formas muy diferentes. La comunidad de dos Santos, Sumidouro, es un quilombo reconocido formalmente, lo que les permitió negociar beneficios significativos con las empresas energéticas.
Sumidouro mantuvo las turbinas a distancia, a una milla de la última casa, y obtuvo un sistema de agua comunitario, una cancha de deportes, un centro cultural, y un cobertizo para equipos agrícolas. Además, recibieron financiación para investigaciones sobre la cría de cabras y abejas.
Por otro lado, la comunidad de dos Anjos, Lagoa, también un quilombo afrodescendiente, carece de reconocimiento formal y no recibió los mismos beneficios. Las turbinas están a 560 metros de sus hogares, y dependen de agua transportada en camiones, con un costo de $120 al mes durante la estación seca. Las demandas para pavimentar caminos no han sido atendidas, y el aumento del tráfico de camiones ha generado mucho polvo en sus casas. Además, las paredes de la casa de dos Anjos han desarrollado grietas, posiblemente causadas por la turbina cercana.
Desigualdades en el Reconocimiento y la Protección
Las diferencias significativas entre Sumidouro y Lagoa destacan el impacto del reconocimiento formal. Solo el 13% de los quilombos en Brasil tienen reconocimiento oficial, un proceso que puede tardar más de dos décadas. Esta lentitud contrasta con la rápida concesión de licencias y la construcción de parques eólicos, dejando a muchas comunidades sin las protecciones y beneficios que reciben las comunidades reconocidas.
Enel Green Power, la empresa detrás del parque eólico, declaró que la construcción siguió la ley brasileña y consultó a las comunidades cercanas. Sin embargo, el complejo eólico no está en un área reconocida como “protegida” por las autoridades relevantes.
Creciente Movimiento de Oposición
Los desafíos enfrentados por comunidades como Lagoa han alimentado un movimiento de resistencia contra los proyectos de energía eólica. Grupos ambientales y sociales, en su mayoría liderados por mujeres, se han unido bajo el grupo Nordeste Potencia para abogar por mejores prácticas en el desarrollo eólico. En enero, publicaron una lista de mejores prácticas propuestas para desarrolladores, organismos gubernamentales, el poder judicial y agencias de financiación.
En febrero, un grupo de mujeres viajó a Brasilia para presentar sus preocupaciones a agencias federales. En marzo, miles de mujeres agricultoras protestaron contra los proyectos eólicos en Areial, Paraíba, destacando problemas como el ruido, el polvo y las restricciones en áreas de siembra y pastoreo. El Instituto de Estudios Socioeconómicos de Brasil encontró que los pequeños agricultores reciben una compensación mínima por arrendar sus tierras para la energía eólica y enfrentan una falta de transparencia por parte de las empresas.
Asegurando un Desarrollo Justo y Equitativo
Las experiencias de Sumidouro y Lagoa ilustran la compleja realidad de la expansión de la energía eólica en el noreste de Brasil. Mientras algunas comunidades han negociado beneficios con éxito, otras han quedado lidiando con los impactos negativos. El creciente movimiento de oposición subraya la necesidad de prácticas de desarrollo inclusivas y transparentes que consideren las necesidades y derechos de las comunidades locales. A medida que Brasil continúa expandiendo su producción de energía eólica, asegurar un trato justo y equitativo para todas las comunidades será esencial para un desarrollo sostenible y justo.