Un nuevo estudio científico arroja luz sobre las causas detrás de la devastadora sequía que azotó la Amazonía el año pasado, revelando que el principal culpable fue el calentamiento global causado por la actividad humana, en lugar del fenómeno climático de El Niño, como se había pensado anteriormente.
El informe, realizado por la iniciativa World Weather Attribution, que reúne a climatólogos para analizar eventos climáticos extremos, destaca que el cambio climático y El Niño contribuyeron casi por igual a la disminución en el volumen de lluvia en la Amazonía. Sin embargo, fueron las crecientes temperaturas globales las que agravaron la sequía.
La sequía, de naturaleza agrícola, se caracterizó por una combinación de reducción de lluvias y condiciones más cálidas, lo que provocó la evaporación de la humedad de las plantas y el suelo. La evaporación debida al calor resultó ser el factor principal detrás de la gravedad de la sequía, según los científicos.
Friederike Otto, coautor del estudio y climatólogo del Imperial College de Londres, señala que en un mundo 1.2 grados más fresco, la probabilidad de que ocurra un evento que actualmente sucede cada 50 años sería menor. Además, advierte que si el clima continúa calentándose, la combinación de escasas lluvias y altas temperaturas se volverá aún más frecuente.
Este estudio arroja una luz preocupante sobre el estado de la Amazonía, la selva tropical más grande del mundo y un componente esencial en la lucha contra el cambio climático. La sequía ocurrió en un momento en que la Tierra atravesaba su año más cálido registrado, acercándose peligrosamente al umbral crítico de aumento de 1,5 grados Celsius en comparación con la era preindustrial.
En algunas áreas, las temperaturas alcanzaron niveles extremos. En el lago Tefé de Brasil, la temperatura del agua alcanzó los 39,1 grados Celsius (102,4 grados Fahrenheit), lo que probablemente provocó la muerte de algunas especies en peligro de extinción. A lo largo del río Amazonas, los habitantes vieron cómo sus cultivos se marchitaban y los peces desaparecían, mientras que el bajo nivel de los ríos dificultaba los viajes y obligaba a las comunidades a formar largas filas en las riberas para recibir suministros de ayuda.
Regina Rodrigues, coautora del estudio y miembro de la Universidad Federal de Santa Catarina, enfatiza la importancia de la Amazonía en la lucha contra el cambio climático. Si la selva se protege, la Amazonía continuará siendo el mayor sumidero de carbono en tierra firme del mundo. Sin embargo, si se permite que las emisiones de gases provocadas por el ser humano y la deforestación la lleven a un punto crítico, la selva liberará grandes cantidades de CO2, lo que complicará aún más la lucha contra el cambio climático.
El meteorólogo Luiz Candido, del Instituto Nacional de Investigaciones de la Amazonía de Brasil, respalda los hallazgos del estudio y subraya que las variaciones climáticas en la región han alcanzado niveles extremos. Sin embargo, también advierte que las interacciones entre los océanos, la atmósfera y la selva amazónica son complejas y que todavía no se puede lograr una separación total entre los efectos de la variabilidad climática natural y los ocasionados por el calentamiento global causado por la actividad humana.
Candido plantea interrogantes sobre la sobreestimación de la evaporación en las plantas, ya que muchas de las plantas de la Amazonía tienen raíces mucho más profundas que los cultivos y pueden retener más humedad al alcanzar capas de tierra húmeda más profundas.
Este estudio destaca la urgencia de abordar el cambio climático y proteger los ecosistemas vitales como la Amazonía. A medida que el planeta se acerca al umbral crítico de aumento de temperatura, la necesidad de tomar medidas efectivas para reducir las emisiones de gases de efecto invernadero y preservar los ecosistemas se vuelve aún más apremiante. La Amazonía, con su papel crucial en la absorción de carbono, se presenta como un elemento fundamental en esta lucha global.