En un giro que recalca la urgencia de las cuestiones climáticas globales, Brasil reafirma su compromiso con el medio ambiente, prometiendo erradicar la deforestación en la Amazonia para 2030. Este vasto pulmón verde, esencial para el equilibrio climático mundial, vuelve a ser protagonista no solo en los discursos ambientales sino también en las agendas políticas y científicas a nivel nacional e internacional. Con la mirada puesta en Belém, Brasil, como posible anfitrión de la Conferencia Mundial sobre el Clima (COP30) en 2025, Sudamérica se prepara para albergar este crucial encuentro por tercera vez, subrayando la importancia regional en la conversación global sobre el cambio climático.
Sin embargo, este compromiso con el medio ambiente contrasta profundamente con la realidad que enfrentan las instituciones de enseñanza e investigación situadas en el corazón de la Amazonia. Atrapadas en una encrucijada financiera, estas instituciones luchan por mantener a flote sus operaciones ante presupuestos que llevan años sin ver incrementos significativos, mucho menos ajustes por inflación. Instituciones emblemáticas como el Museo Paraense Emílio Goeldi en Belém, que ha sufrido una reducción presupuestaria de más del 10% en los últimos dos años, enfrentan un futuro incierto, con fondos insuficientes para cubrir gastos básicos.
La situación es igualmente crítica en el Instituto Nacional de Investigaciones de la Amazonía y en universidades federales como la de Pará y Amazonas. Estas instituciones experimentan reducciones presupuestarias que amenazan su capacidad para financiar adecuadamente la investigación y la educación, comprometiendo así su contribución al conocimiento y conservación de uno de los biomas más importantes del planeta.
Esta crisis financiera se ve exacerbada por una distribución desigual de los recursos destinados a la investigación, dejando a la Amazonia en una posición desventajosa. A pesar de albergar una biodiversidad sin parangón, las instituciones de investigación amazónicas reciben solo una fracción del financiamiento comparado con sus contrapartes en otras regiones de Brasil. Esta disparidad resalta no solo en el campo de la biodiversidad, donde estudios revelan una asignación desproporcionadamente baja de fondos para la investigación en el norte del país, sino también en la distribución general de recursos para la ciencia y tecnología.
Ante esta realidad, el Ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación de Brasil ha lanzado el programa “Más Ciencia en la Amazonía”, un esfuerzo por equilibrar la balanza con una inversión prevista de 685 millones de dólares entre 2024 y 2026. Este programa busca fortalecer la infraestructura de investigación e innovación en la región, marcando un paso potencialmente transformador hacia la consolidación de una política científica nacional más inclusiva y equitativa.
La concentración de actividades de ciencia y tecnología en el sur y sudeste del país plantea desafíos significativos, no solo en términos de financiamiento sino también en la capacidad de atraer y retener talento. La desigualdad en la distribución de investigadores y recursos amenaza con dejar a la Amazonia atrás, en un momento en que el entendimiento y la conservación de su biodiversidad son más cruciales que nunca.
Frente a estos retos, la promesa de Brasil de poner fin a la deforestación en la Amazonia para 2030 se erige como un faro de esperanza. Sin embargo, para que este compromiso se traduzca en acciones efectivas, es imperativo abordar las disparidades que obstaculizan el progreso científico y educativo en la región. La inversión en investigación e infraestructura, junto con un enfoque equitativo en la distribución de recursos, son pasos fundamentales para asegurar no solo la conservación de la Amazonia sino también su papel central en la agenda climática global.