Irán se está preparando para las elecciones parlamentarias en medio de preocupaciones generalizadas sobre una posible baja participación. Las elecciones, programadas para este viernes, han generado una mezcla de frustración, descontento y apatía entre la población iraní.
Las próximas elecciones han suscitado preguntas no solo sobre quiénes serán elegidos, sino también sobre cuántos ciudadanos realmente participarán en el proceso electoral. Factores que contribuyen a esta incertidumbre incluyen la economía en dificultades del país, protestas en curso y tensiones elevadas con Occidente sobre el programa nuclear de Teherán además de su apoyo a Rusia.
A pesar de los llamamientos de los funcionarios instando a los ciudadanos a emitir sus votos, hay una notable ausencia de información sobre la participación esperada, una desviación de elecciones pasadas. Entrevistas recientes realizadas por The Associated Press revelaron que, de 21 iraníes encuestados, solo cinco expresaron la intención de votar, mientras que trece declararon que no lo harían, y tres permanecieron indecisos.
El parlamento de Irán, formalmente conocido como la Asamblea Consultiva Islámica, tiene un poder significativo en papel, incluida la supervisión sobre el poder ejecutivo y la autoridad para votar tratados. Sin embargo, en la práctica, la autoridad suprema recae en el líder supremo, el ayatolá Ali Khamenei.
El dominio de los sectores más conservadores en el parlamento durante las últimas dos décadas ha dado forma a su agenda, con temas controvertidos como la reducción de la cooperación con organismos internacionales y la imposición de políticas sociales estrictas a menudo en primer plano.
Los llamamientos a un boicot electoral han cobrado impulso en las últimas semanas, con algunas figuras prominentes, incluida la premio Nobel de la Paz encarcelada Narges Mohammadi, denunciando las elecciones como una “farsa”. Tales boicots plantean un desafío a la legitimidad del gobierno, ya que la participación históricamente se ha utilizado para medir el apoyo popular al régimen.
El líder supremo, el ayatolá Ali Khamenei, ha instado a los ciudadanos a participar en las elecciones, enfatizando su importancia como un deber nacional. Sin embargo, los informes sugieren que las quejas económicas, incluida la inflación desenfrenada y las altas tasas de desempleo, han disuadido a muchos de participar en el proceso electoral.
Mientras algunos ciudadanos ven la votación como una obligación religiosa o un medio para contrarrestar la influencia de los sectores más conservadores, otros expresan desilusión con el sistema político y su incapacidad para abordar sus preocupaciones socioeconómicas.
A medida que Irán se prepara para las elecciones parlamentarias, el resultado permanece incierto, con una participación proyectada en torno al 30%, según estimaciones no oficiales. Los resultados de estas elecciones no solo darán forma a la composición del parlamento, sino que también reflejarán la evolución de las dinámicas de la sociedad iraní en medio de crecientes presiones internas y externas.