Haití, la primera república negra independiente del mundo, enfrenta hoy una de sus crisis más profundas. Desde el asesinato de su presidente Jovenel Moïse, el país ha sido testigo de un aumento en la violencia, el hambre y el desplazamiento de su población, culminando recientemente en la renuncia de Ariel Henry, su primer ministro en funciones. Este panorama desolador nos lleva a reflexionar sobre las causas profundas de la crisis haitiana, especialmente el papel de las intervenciones internacionales y la dependencia de la ayuda externa. Jake Johnston, economista y escritor para el Center for Economic and Policy Research en Washington D.C., ofrece una perspectiva crítica sobre cómo estas dinámicas han contribuido a perpetuar la inestabilidad en Haití.
Según Johnston, la situación actual de Haití es el resultado de políticas implementadas por actores externos, incluidos EE.UU. y la ONU, en complicidad con una élite local, que han marginado al Estado haitiano. Estas intervenciones han transformado a Haití en un “Estado dependiente de ayuda”, un concepto que desafía la noción tradicional de “Estado fallido” y busca explicar la raíz de la crisis actual. La externalización del Estado haitiano, donde un 80% de los servicios públicos son controlados por actores privados, ha erosionado el contrato social y dejado a la población sin capacidad para hacer rendir cuentas a quienes realmente impactan en su día a día.
La crítica de Johnston no solo se dirige hacia las intervenciones militares y la ayuda humanitaria fallida, sino también hacia la relación parasitaria entre la comunidad internacional y las élites locales, que ha facilitado la perpetuación de un sistema excluyente y dependiente. El apoyo internacional a figuras como Ariel Henry, y la imposibilidad de construir legitimidad desde el exterior, ejemplifican los desafíos a los que se enfrenta Haití en su lucha por la autodeterminación.
Sin embargo, Johnston también subraya la resistencia y la capacidad de organización del pueblo haitiano, quienes, a pesar de las adversidades, buscan soluciones sostenibles a largo plazo. El cambio hacia una ayuda internacional que respalde genuinamente estos esfuerzos locales es crucial para el futuro de Haití.
La crisis en Haití nos obliga a cuestionar las narrativas convencionales sobre la ayuda y la intervención internacionales. La visión de Johnston nos invita a replantear nuestra comprensión de la soberanía, la dependencia y el papel de la comunidad internacional en la perpetuación de las crisis. A medida que Haití navega por este momento crítico, la necesidad de escuchar y apoyar las soluciones lideradas por haitianos nunca ha sido más clara. Solo a través de un enfoque que privilegie la autonomía haitiana sobre los intereses externos podrá el país comenzar a reconstruir un futuro más estable y justo para su gente.