El primer ministro François Bayrou, de 74 años, fue derrotado el 9 de septiembre de 2025 en una moción de confianza en la Asamblea Nacional, lo que precipitó su salida tras apenas nueve meses en el cargo. Su caída marca un nuevo capítulo en la crisis institucional de Francia, donde el presidente Emmanuel Macron acumula ya cinco primeros ministros en menos de dos años.
Un Nuevo Revés para el Gobierno de Macron
Bayrou había llegado al puesto en diciembre de 2024 con la promesa de restaurar la estabilidad. Sin embargo, su proyecto de recortes presupuestarios por más de US$50,000 millones encontró una oposición férrea tanto en la izquierda como en la derecha. El Parlamento rechazó en bloque sus medidas, reflejando un clima político en el que ningún líder parece capaz de sostener una mayoría.
El martes siguiente, Macron designó como sucesor al centrista Sébastien Lecornu, hasta entonces ministro de Defensa, con la difícil misión de reconstruir la gobernabilidad. Este nombramiento confirma el debilitamiento del poder presidencial, cada vez más cuestionado por la oposición y por una ciudadanía desencantada.
Un Parlamento Dividido sin Mayorías Claras
El origen de la actual parálisis se remonta a las elecciones legislativas anticipadas de 2024, convocadas por Macron tras la derrota de su partido en los comicios europeos. El presidente esperaba obtener una mayoría sólida, pero el resultado fue un Parlamento fragmentado y sin bloque dominante, lo que convirtió la aprobación de leyes en un desafío constante.
En septiembre de ese año, Michel Barnier, conocido por su papel como negociador del Brexit, fue nombrado primer ministro. Su gestión terminó en menos de tres meses, el mandato más corto desde el inicio de la Quinta República en 1958. Bayrou lo sucedió, pero su permanencia también fue efímera, víctima de la incapacidad de reunir apoyos suficientes.
Los partidos de extrema derecha, liderados por la Agrupación Nacional de Marine Le Pen, y los de extrema izquierda han aprovechado la situación para pedir la disolución del Parlamento y nuevas elecciones. Al mismo tiempo, una parte de la oposición exige incluso la dimisión de Macron, algo que el presidente ha descartado reiteradamente, asegurando que completará su mandato hasta 2027.
La falta de consensos convierte a cada moción parlamentaria en una batalla decisiva y mantiene al país en un estado de incertidumbre institucional que erosiona la confianza de los ciudadanos y de los mercados.
La Pesada Carga de la Deuda Pública Francesa
La crisis política se agrava por la situación financiera del país. Según cifras oficiales, la deuda pública alcanzó a inicios de 2025 los US$3,8 billones, equivalentes al 114% del PIB. El déficit presupuestario cerró en 5,8% en 2024 y se prevé que este año se sitúe entre 5,4% y 5,6%, lo que asegura que el endeudamiento seguirá aumentando.
Bayrou defendía que el país debía afrontar cuanto antes ajustes estructurales. En su último discurso en la Asamblea Nacional, calificó a Francia de estar en “respiración asistida”, viviendo por encima de sus posibilidades y postergando reformas necesarias. Su plan incluía cambios en los programas sociales, particularmente en las pensiones, que representan una de las partidas más costosas del presupuesto.
El tema de las pensiones ya había generado una fuerte protesta social en 2023, cuando se elevó la edad de jubilación de 62 a 64 años para los nacidos a partir de 1968. Bayrou defendía que esta medida era insuficiente y que habría que replantear la viabilidad del sistema. La oposición, sin embargo, proponía un camino alternativo: subir impuestos a los sectores de mayores ingresos en lugar de recortar el gasto social.
La división sobre cómo reducir el déficit no solo hundió al gobierno de Bayrou, sino que también había provocado la caída del gabinete anterior en diciembre de 2024. Este punto se ha convertido en el epicentro del debate político francés, con consecuencias directas en la estabilidad de los gobiernos.
Perspectivas para el Nuevo Gobierno
El nombramiento de Sébastien Lecornu como nuevo primer ministro abre un periodo de grandes incógnitas. Aunque Macron actuó con rapidez para contener la crisis, la tarea de Lecornu será ardua: lograr una mayoría en la Asamblea Nacional que permita aprobar el presupuesto y mantener la confianza de los mercados internacionales.
Los antecedentes no son alentadores. Tanto Barnier como Bayrou necesitaron semanas para negociar apoyos sin éxito, y la fragmentación política hace prever que Lecornu enfrentará la misma dificultad. Además, las calles ya han comenzado a expresar su descontento. Bajo el lema “Bloqueemos todo“, diversos colectivos han convocado protestas contra el rumbo económico y político del gobierno.
Mientras tanto, los mercados financieros y las agencias de calificación han advertido que, si Francia no adopta medidas creíbles para reducir su deuda, el costo de financiamiento del país podría aumentar. Esto añade presión sobre Lecornu, que deberá equilibrar la disciplina fiscal con la necesidad de evitar nuevas tensiones sociales.
En este escenario, la presidencia de Macron se encuentra cada vez más condicionada por factores externos e internos que limitan su margen de maniobra. Con un Parlamento ingobernable, un electorado polarizado y una economía en riesgo, el futuro político de Francia se mantiene en suspenso.