Durante las dos últimas décadas, China transformó la llegada de compañías como Apple, Volkswagen, Bosch, Intel, SK Hynix y Samsung en una estrategia de desarrollo nacional. Lo que para empresas extranjeras representaba una fórmula de bajo costo y mayores márgenes de ganancia, para Pekín fue la oportunidad de absorber conocimientos industriales y tecnológicos.
Según Kyle Chan, investigador de la Universidad de Princeton, no se trató solo de abrir fábricas para producir barato: cada compañía debía contribuir a fortalecer la capacidad tecnológica del país. El resultado ha sido la consolidación de un ecosistema competitivo en áreas como telefonía móvil, vehículos eléctricos e inteligencia artificial.
De acuerdo con un informe de Nikkei Asia de 2024, 87% de los proveedores de Apple tienen plantas en China, y más de la mitad tienen sede principal en ese país o en Hong Kong. Aunque la empresa estadounidense ha intentado diversificar su cadena de suministro, su dependencia de proveedores chinos sigue siendo significativa.
El efecto Apple en la industria local
El periodista Patrick McGee, en su libro Apple in China: The Capture of the World’s Greatest Company, explica cómo más del 90% de los productos de Apple se fabricaron en China desde inicios de los 2000. Esta decisión generó enormes beneficios para la compañía, pero también financió, capacitó y abasteció a fabricantes locales que, con el tiempo, sustituyeron a proveedores extranjeros en segmentos clave como vidrio, cámaras y chips.
La transición no solo fortaleció la industria de insumos tecnológicos en China, sino que también permitió el surgimiento de gigantes locales como Huawei, Xiaomi y BYD. El propio McGee sostiene que el gobierno chino tendría la capacidad de detener la producción de Apple de manera inmediata, dada la concentración de recursos humanos y tecnológicos en su territorio.
Competencia en inteligencia artificial
La rivalidad tecnológica alcanzó un nuevo nivel con la irrupción de la inteligencia artificial (IA). Aunque Estados Unidos tomó ventaja con el lanzamiento de GPT-3 en 2020 y las posteriores versiones de ChatGPT, el panorama cambió con la aparición de DeepSeek en enero de 2025.
El chatbot chino, desarrollado a una fracción del costo de sus competidores, logró un rendimiento comparable al de los modelos estadounidenses. Lo hizo pese a las restricciones de Washington sobre la exportación de chips avanzados de Nvidia, como los H100. Para Donald Trump, el avance representó “un llamado de atención” para la industria tecnológica de su país.
Además, la adopción de la IA de DeepSeek por parte de Tesla para sus vehículos en China mostró que los desarrollos locales empiezan a ganar terreno en aplicaciones prácticas de gran escala. Según Chan, la rápida respuesta china demuestra un desafío directo a la supremacía estadounidense en el sector.
Ventajas estructurales de China
Los analistas destacan varios factores que explican el ascenso de Pekín. A diferencia de Estados Unidos, donde la inversión se ajusta a los vaivenes del mercado, el gobierno chino apuesta por planes de largo plazo y financia de manera sostenida sectores estratégicos. Esa política industrial permite avanzar incluso en etapas en las que los beneficios económicos no son inmediatos.
Otra ventaja clave es la competencia interna feroz, alentada por los gobiernos locales que respaldan a sus propias empresas. Este “torneo” genera compañías capaces de competir globalmente. A ello se suma la magnitud: con más de 1.400 millones de habitantes, China dispone de datos y de un mercado de prueba único para experimentar con nuevas tecnologías, desde ensayos clínicos en oncología hasta plataformas de pago digital.
Han Shen Lin, de la consultora The Asia Group, describe cómo en Shanghái la tecnología se integra de manera fluida en la vida diaria, con logística impulsada por IA y pagos sin efectivo. Sin embargo, también advierte que el país corre el riesgo de quedar aislado si no logra establecer estándares globales aceptados. Para contrarrestar ese escenario, Pekín refuerza su presencia en el Sur Global mediante la Iniciativa de la Franja y la Ruta y busca influencia en organismos internacionales como la ONU.
China, fortalecida por su magnitud, política industrial y capacidad de adaptación, ha pasado de ser un centro de manufactura barata a un competidor directo de Estados Unidos en la definición del futuro tecnológico global.