La educación financiera se ha posicionado como una herramienta crucial para reducir la desigualdad en América Latina y el Caribe. En una región donde menos de la mitad de la población tiene conocimiento de conceptos financieros básicos, la implementación de programas educativos que aborden temas como la tasa de interés, el valor del dinero en el tiempo y la relación entre riesgo y rentabilidad, está demostrando ser esencial para cerrar brechas de conocimiento financiero y mejorar los hábitos financieros.
Los niveles actuales de educación financiera en América Latina son preocupantemente bajos. Según estudios recientes, gran parte de la población no maneja los conceptos fundamentales que les permitirían tomar decisiones informadas sobre su economía personal. Esta falta de conocimiento no solo limita el crecimiento financiero de las personas, sino que también aumenta la vulnerabilidad de las familias frente a situaciones adversas. Frente a este desafío, los gobiernos de la región han incorporado la educación financiera como un componente clave dentro de sus estrategias de inclusión, aunque llegar a los adultos vulnerables sigue siendo un reto importante.
Una de las propuestas más efectivas para abordar esta problemática ha sido la implementación de programas de educación financiera en las escuelas. Estos programas no solo tienen un impacto directo en los estudiantes, mejorando su comportamiento financiero a largo plazo, sino que también generan efectos positivos en los hogares. Un estudio reciente en Perú ha revelado que las lecciones sobre finanzas personales impartidas a los niños en las escuelas también benefician a los padres, especialmente en los hogares más vulnerables.
El estudio, que evaluó el impacto de un programa piloto de educación financiera implementado en escuelas secundarias de seis regiones de Perú, muestra que las familias de bajos recursos experimentan mejoras significativas en su comportamiento financiero gracias a lo que los estudiantes aprenden en las aulas. Aunque el programa no estaba dirigido a los padres, los datos obtenidos de más de 10.000 tutores sugieren que la educación financiera transmitida de los hijos a los padres puede reducir la probabilidad de morosidad en un 26%, aumentar el puntaje crediticio en un 5% y elevar los niveles de deuda en un 40%. Estos efectos son particularmente importantes en hogares de bajo nivel socioeconómico, donde el acceso a la educación financiera formal es limitado.
Los beneficios no se detienen allí. Los padres de niñas, en particular, son más receptivos a los consejos sobre finanzas personales compartidos por sus hijas, experimentando una mejora en su puntaje crediticio del 6,7% y una reducción del 28% en el tamaño de su cartera en mora. Aunque los efectos también se observan en hogares con niños varones, tienden a ser más moderados en comparación con los registrados en las familias con hijas.
Este fenómeno, conocido como *spillover* o efecto indirecto, demuestra cómo la educación financiera impartida a los jóvenes puede generar un impacto significativo en sus entornos familiares. Estos resultados subrayan el potencial transformador de la educación financiera para mejorar la estabilidad financiera de las familias más vulnerables, promoviendo la adopción de mejores prácticas de gestión de recursos y contribuyendo a reducir la desigualdad en la región.
El estudio, respaldado por datos de la central de riesgos privada Equifax, arroja luz sobre los efectos intergeneracionales de la educación financiera, destacando cómo este conocimiento puede transmitirse de los hijos a los padres, mejorando la calidad de vida en los hogares al reducir el estrés financiero.
Aunque persisten debates sobre la costo-efectividad de estos programas, los resultados positivos obtenidos en iniciativas como la de Perú refuerzan la idea de que la educación financiera es una inversión con un alto retorno social. Los efectos no se limitan a los estudiantes que reciben las lecciones directamente, sino que también alcanzan a sus padres, contribuyendo a una mayor estabilidad económica en los hogares y a la creación de oportunidades para las futuras generaciones.
La educación financiera tiene el potencial de desempeñar un papel fundamental en la reducción de la desigualdad en América Latina. Al mejorar las habilidades financieras tanto de estudiantes como de sus familias, se promueve una mayor estabilidad económica, lo que a su vez puede tener efectos positivos en otros aspectos de la vida familiar, como la educación y el bienestar de los hijos.