En un contexto donde la inflación incide directamente en los costos de los alimentos, encontrar maneras de alimentarse saludablemente sin desequilibrar el presupuesto familiar se ha convertido en una prioridad para muchas familias latinoamericanas. Según datos de la FAO, comer de forma saludable en América Latina es tan costoso como en África, lo que representa un desafío considerable para la población de la región. Julio Berdegué, subdirector general de la FAO para América Latina y el Caribe, enfatiza que el costo actual de una dieta saludable supera con creces lo que la mayoría puede permitirse, exacerbando los problemas de malnutrición y hambre.
Ante este panorama, es esencial adoptar estrategias que permitan optimizar el gasto en alimentos sin sacrificar la calidad y el balance nutricional. Cocinar en casa, ajustar las porciones, explorar recetas alternativas y planificar las compras son solo algunas de las recomendaciones para hacer frente a la subida de precios. Expertos como la nutricionista Ariana Araujo y el docente José Balbanian subrayan la importancia de seleccionar productos de temporada, aplicar técnicas de conservación y considerar marcas alternativas como medidas efectivas para reducir el gasto.
La situación requiere un enfoque multifacético que no solo contemple la economía doméstica sino también el bienestar físico. La creatividad en la cocina, junto con una planificación consciente y la disposición a adaptar hábitos alimenticios, emerge como clave para navegar los tiempos de inflación sin comprometer la salud.