El anuncio de Argentina y Brasil sobre la creación de una divisa común, apodada “Sur”, ha generado una mezcla de escepticismo e ironía entre expertos y economistas. Este intento de establecer una moneda única en América Latina, con la idea de incluir eventualmente a otras naciones de la región, enfrenta numerosos obstáculos. A pesar de su potencial para representar un significativo porcentaje del PIB mundial, analistas como Juan Batteleme y Olivier Blanchard ven este proyecto como una quimera, dadas las disparidades económicas y políticas en la región.
Juan Batteleme, experto de la Universidad de Buenos Aires, irónicamente señala que América Latina ya posee una moneda única: el dólar. Esta observación subraya la prevalencia del dólar en el comercio regional y pone en duda la viabilidad de una moneda única. Olivier Blanchard, ex economista jefe del FMI, califica la idea de “locura”, mientras que The Economist la describe como “estrambótica”.
El proyecto enfrenta críticas fundamentadas en la desigualdad económica entre países como Brasil, con una economía más robusta, y Argentina, con una historia de inestabilidad financiera. Thierry Larose de Vontobel argumenta que sería ilógico para Brasil vincular su destino monetario a un país con problemas económicos como Argentina.
Los antecedentes de intentos fallidos de monedas comunes en América Latina, como el Sucre entre los países bolivarianos, también plantean dudas. Estos proyectos han tendido a desvanecerse debido a diferencias políticas, económicas y sociales, así como a un exceso de soberanismo que dificulta la coordinación de políticas.
El camino hacia una moneda común en América Latina está plagado de desafíos insuperables, desde disparidades económicas hasta diferencias políticas e ideológicas. Aunque la idea pueda tener una intención simbólica de cooperación regional, como sugiere el apoyo de Lula a la iniciativa, su realización práctica parece una fantasía lejana. La región, dominada por la presencia del dólar y marcada por la diversidad en sus políticas económicas, sigue mostrando más diferencias que similitudes en su enfoque hacia la integración monetaria.