El economista James A. Robinson, conocido por sus influyentes estudios sobre la relación entre el poder político, las instituciones y la prosperidad de las naciones, ha sido galardonado con el Premio Nobel de Economía 2024. Robinson, junto con sus colegas Daron Acemoglu y Simon Johnson, recibió el reconocimiento por su extenso trabajo teórico y empírico sobre las diferencias de riqueza y bienestar entre los países, centrándose en la desigualdad social, política y económica.
Robinson, quien actualmente es profesor de Estudios de Conflictos Globales y director del Instituto Pearson para el Estudio y la Resolución de Conflictos Globales en la Universidad de Chicago, ha dedicado más de tres décadas a investigar cómo las instituciones políticas y económicas influyen en la prosperidad de las naciones. Su enfoque ha sido especialmente relevante en regiones como América Latina y África Subsahariana, donde la pobreza y la desigualdad son fenómenos persistentes y profundamente arraigados.
Un Legado de Investigación en América Latina
Gran parte de la carrera de Robinson ha estado dedicada a entender por qué algunas naciones son prósperas mientras que otras luchan por salir de la pobreza. A lo largo de su carrera, ha impartido clases en la Universidad de los Andes, en Bogotá, y ha realizado trabajo de campo en países como Bolivia, Colombia y Haití. Estas experiencias le han permitido analizar de cerca las raíces históricas de la pobreza en América Latina, una región que, según su investigación, enfrenta grandes desafíos de inclusión y equidad.
Robinson ha argumentado que la pobreza y la desigualdad en América Latina están profundamente conectadas con su pasado colonial. La explotación de los pueblos indígenas y la esclavitud dejaron cicatrices que aún son visibles hoy en día. Según sus investigaciones, estas desigualdades se reproducen en la actualidad a través de instituciones extractivas, es decir, estructuras que benefician a una élite mientras marginan a la mayoría de la población.
A lo largo de su carrera, Robinson ha trabajado estrechamente con Acemoglu, con quien ha coescrito libros de gran influencia, como *Por qué fracasan las naciones: los orígenes del poder, la prosperidad y la pobreza* y *El corredor angosto: Estados, sociedad y el destino de la libertad*. Estas obras exploran cómo las instituciones inclusivas—aquellas que permiten la participación equitativa en el ámbito político y económico—son esenciales para crear sociedades prósperas y democráticas.
Avances y Retrocesos en América Latina
En sus análisis sobre América Latina, Robinson ha señalado que, si bien algunos países como Chile han avanzado en temas de inclusión social tras el colapso de regímenes autoritarios, otros países como Venezuela, Nicaragua y Argentina han seguido caminos más complicados. Venezuela, por ejemplo, ha visto el deterioro de su democracia y la consolidación de un régimen autocrático, mientras que en Nicaragua la situación política ha seguido un curso similar. Estos desafíos institucionales limitan las oportunidades de prosperidad para grandes sectores de la población.
A pesar de estos retrocesos, Robinson también ha destacado el progreso en países como Bolivia y Costa Rica, donde las comunidades indígenas han logrado una mayor representación y participación en la vida política y económica. Sin embargo, estos avances son excepciones en una región que continúa luchando con profundas desigualdades sociales.
El Desafío de la Democracia y la Desigualdad
La democracia en América Latina, según Robinson, es un sistema relativamente nuevo, que en muchos países no comenzó a afianzarse hasta la década de los 90. Esto ha generado expectativas poco realistas entre la población, quienes a menudo ven la democracia como una solución inmediata a los problemas de desigualdad. Sin embargo, el economista ha advertido que la creación de instituciones democráticas fuertes lleva tiempo y requiere un compromiso a largo plazo.
Robinson ha señalado que, en muchos casos, la frustración de la población con la falta de avances en la reducción de la pobreza y la desigualdad ha llevado al apoyo de líderes populistas. Países como El Salvador, con la elección de Nayib Bukele, son ejemplos de cómo la inseguridad y la falta de oportunidades económicas pueden inclinar a la población hacia líderes autoritarios.
En este sentido, el economista ha insistido en que el verdadero progreso hacia sociedades más equitativas depende de la construcción de instituciones inclusivas que permitan la participación de todos los sectores de la sociedad. En Estados Unidos, por ejemplo, ha observado un aumento preocupante en los niveles de pobreza y desigualdad, lo que subraya la importancia de abordar estos problemas de manera integral y global.
Un Futuro Incierto
Mirando hacia el futuro, Robinson considera que la desigualdad es uno de los mayores desafíos del siglo XXI. Para él, esta cuestión pone en peligro el contrato social y la cohesión democrática en muchas partes del mundo.
En su opinión, construir un mundo más inclusivo, tanto política como económicamente, es esencial para lograr sociedades más justas y prósperas. Sin embargo, reconoce que este es un proceso largo y difícil, pero crucial para el bienestar global.