En un reciente análisis de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE), se ha destacado una preocupante tendencia en México: su baja recaudación fiscal, que asciende a solo el 16.9% del Producto Interno Bruto (PIB), la cifra más baja en la región latinoamericana. Este fenómeno, según Sebastián Nieto Parra, jefe de la Unidad de Latinoamérica y el Caribe en el Centro de Desarrollo de la OCDE, tiene una estrecha relación con los altos niveles de informalidad en la economía mexicana.
El informe de la OCDE, presentado en conjunto con la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal), resalta la importancia de mejorar los marcos fiscales en los países latinoamericanos para fomentar un ambiente de competencia e inclusión, atractivo para las inversiones. Nieto Parra, en una entrevista con El Economista, enfatizó que la informalidad limita la recaudación de impuestos directos a personas físicas, afectando negativamente la actividad económica, el ahorro, y por ende, la capacidad de inversión.
La comparación con otros países de la OCDE es reveladora: mientras México recauda 4% del PIB en Impuesto al Valor Agregado (IVA), otros países alcanzan el 7%; en impuestos medioambientales, México solo llega al 1% frente al 2% promedio de la OCDE. En el ámbito del Impuesto Sobre la Renta (ISR) de personas físicas, México registra un 3.5% del PIB, considerablemente menor al 8% de otros países miembros.
El informe también destaca la oportunidad que representa para América Latina y el Caribe la relocalización de multinacionales en la región, conocida como “nearshoring”. Este movimiento podría situar a estos países en las cadenas globales de valor, especialmente en sectores como los dispositivos médicos. No obstante, Nieto señala la necesidad de considerar el costo de emprender en la región y sugiere la introducción de nuevos instrumentos fiscales que apoyen a las pequeñas y medianas empresas, así como bonos sociales verdes y sostenibles para estimular la inversión.
La situación fiscal de México presenta tanto desafíos como oportunidades. Por un lado, la informalidad y la baja recaudación impositiva plantean obstáculos significativos para el desarrollo económico. Por otro, la creciente tendencia del nearshoring ofrece una ventana para mejorar la competitividad y atraer inversiones. La clave está en implementar estrategias que no solo aumenten la recaudación, sino que también promuevan un desarrollo sostenible y equitativo.