La firma S&P Global Market Intelligence ha advertido que, tras las elecciones presidenciales de octubre de 2025, Argentina podría transitar hacia un nuevo régimen cambiario de carácter más controlado. Según su análisis, el actual esquema de flotación con bandas móviles sería sustituido por un sistema regulado de manera estricta por el Banco Central, con el objetivo de frenar la volatilidad del peso e intentar estabilizar las expectativas inflacionarias.
El informe de S&P sostiene que el tipo de apoyo externo que reciba Argentina será determinante para definir la magnitud de esta transición. En particular, el volumen de asistencia financiera y los mecanismos elegidos, como líneas de swap, compras de bonos en dólares o financiamiento multilateral, marcarán el grado de flexibilidad del nuevo régimen.
Los analistas remarcan que, en el escenario actual, la economía enfrenta reservas internacionales debilitadas y elevados compromisos de deuda en moneda extranjera, lo que vuelve urgente el diseño de un marco cambiario más previsible. La idea central es transmitir confianza a los inversores y evitar episodios de depreciación abrupta que puedan comprometer aún más la estabilidad macroeconómica.
El Rol de Estados Unidos en la Asistencia
Uno de los elementos clave que condicionarán la implementación del nuevo régimen cambiario es el nivel de apoyo de Estados Unidos. El secretario del Tesoro, Scott Bessent, declaró en septiembre que Washington está dispuesto a respaldar a Argentina mediante una línea de swap por 20 000 millones de dólares y eventuales compras de deuda en dólares en los mercados. Estas medidas buscan reforzar las reservas internacionales del Banco Central y contener la presión sobre el peso.
El anuncio de Bessent generó un efecto inmediato en los mercados financieros. Los bonos argentinos experimentaron subas notorias, las acciones locales cotizadas en el exterior se revalorizaron y el peso mostró una apreciación moderada frente al dólar, reflejando un repunte en la confianza de los inversores. Diversas consultoras señalaron que el respaldo estadounidense sería crucial para garantizar la transición hacia un régimen más rígido, especialmente en un contexto de elecciones que mantiene a la economía en vilo.
En paralelo, fuentes del Tesoro norteamericano confirmaron que “todas las opciones están sobre la mesa” y que las negociaciones avanzan, aunque todavía no hay un cronograma definido. La expectativa es que cualquier decisión final coincida con el proceso electoral argentino, lo que subraya la importancia de la coyuntura política en la definición de la política cambiaria.
Antecedentes Recientes en la Política Cambiaria
La discusión actual se enmarca en un ciclo de reformas iniciado a comienzos del gobierno de Javier Milei. En abril de 2025, la administración firmó un acuerdo con el Fondo Monetario Internacional (FMI) por 20 000 millones de dólares, lo que permitió flexibilizar parcialmente los controles cambiarios vigentes desde 2019.
El nuevo esquema introdujo bandas de flotación que fijaban un rango entre 1.000 y 1.400 pesos por dólar, dentro del cual la moneda podía moverse con relativa libertad. Aunque se eliminaron restricciones para operaciones personales, las empresas continuaron enfrentando limitaciones en el acceso a divisas para importaciones y pagos de deuda.
El ministro de Economía, Luis Caputo, aclaró entonces que el Banco Central intervendría activamente en los momentos en que la cotización se acercara al techo de la banda. Esa estrategia permitió un respiro temporal, pero no resolvió las tensiones estructurales. Con el paso de los meses, la inflación persistente y la falta de confianza en la moneda generaron nuevas presiones que hoy desembocan en la necesidad de un esquema más regulado.
Condiciones Estructurales y Riesgos
El eventual cambio hacia un régimen cambiario controlado implica ventajas y riesgos. Por un lado, permitiría reducir la volatilidad del peso, enviar señales de estabilidad y facilitar la planificación económica. También daría margen al gobierno para acumular reservas y cumplir con compromisos financieros en dólares.
Por otro lado, analistas advierten que un control demasiado estricto podría derivar en una pérdida de competitividad de la moneda y en la reaparición de un mercado paralelo si no se acompaña con disciplina fiscal y credibilidad macroeconómica. En ese sentido, la sostenibilidad del esquema dependerá de la capacidad del gobierno de asegurar respaldo externo y de mostrar un rumbo económico coherente.
El pronóstico de S&P enfatiza que la naturaleza del apoyo internacional será decisiva. Un financiamiento amplio y flexible podría permitir un régimen relativamente manejable, mientras que un apoyo limitado obligaría a endurecer los controles, con riesgo de distorsiones adicionales.
Impacto Político y Desafíos hacia Adelante
La coyuntura política añade un elemento de incertidumbre. Con las elecciones de octubre en el horizonte, la discusión sobre el régimen cambiario se vuelve parte del debate electoral. La oposición cuestiona la dependencia de financiamiento externo y la exposición a la volatilidad global, mientras el oficialismo argumenta que sin un cambio profundo el país se encamina a otra crisis cambiaria.
Más allá de la orientación política, expertos coinciden en que Argentina deberá afrontar reformas estructurales para que cualquier régimen cambiario sea sostenible. Esto incluye reducción del déficit fiscal, aumento de la productividad, políticas de atracción de inversión y generación de confianza tanto en el mercado interno como en el externo.
La experiencia de las últimas décadas muestra que los regímenes de control cambiario en Argentina han tenido resultados mixtos. Por ello, el desafío actual no solo consiste en diseñar un marco técnico viable, sino también en lograr un consenso político lo suficientemente amplio para sostenerlo en el tiempo.