Entre celebraciones divididas, directivos descontrolados y derrotas inexplicables, el fútbol inglés vive su etapa más caótica.
“El fútbol vuelve locos a todos”, dijo alguna vez Sepp Blatter, y pocas frases capturan mejor el momento actual de la Premier League. Con casi todo decidido en la tabla, lo que queda es un extraño vacío que ha encendido más emociones que si el título o el descenso estuvieran en juego. La falta de objetivos claros ha generado un ambiente tan tenso y dramático que parece sacado de una novela… o de una sesión parlamentaria en plena era de la posverdad.
La jornada del fin de semana pasado fue un claro reflejo de esta “etapa pos-tabla”. Equipos que parecían ya en vacaciones, directivos fuera de control, entrenadores cuestionados y aficiones completamente divididas. Todo esto, en un campeonato donde muchos clubes ya no tienen nada concreto por pelear, salvo su dignidad (y quizá un boleto europeo).
Los Gigantes Caen Y Sus Directivos Pierden la Calma
Manchester United y Tottenham Hotspur, dos de los clubes más ricos del mundo según la Deloitte Football Money League, se encuentran en los lugares 16 y 17 de la tabla. A pesar de esto, podrían regresar a la Champions League si ganan la Europa League. Pero en lugar de unidad y enfoque, sus técnicos, Ruben Amorim y Ange Postecoglou, se mostraron más preocupados por su futuro que por el presente.
En Nottingham Forest, la escena fue aún más insólita. Evangelos Marinakis, dueño del club y también propietario de Olympiakos y Rio Ave, rompió la compostura al bajar a la cancha y reprender públicamente al entrenador Nuno Espírito Santo, después de un empate 2-2 contra Leicester que complicó su clasificación a la Champions. A pesar de haber colocado al club en un “fideicomiso ciego” para cumplir con las normas de la UEFA, Marinakis no pudo ocultar su frustración. Espírito Santo luego defendió al empresario, calificando el episodio como un “malentendido”.
Liverpool Campeón… Pero Entre Abucheos
En un escenario que debería ser de pura celebración, el Liverpool campeón de la Premier League vivió un momento desconcertante. El regreso de Trent Alexander-Arnold al once titular provocó abucheos en Anfield tras anunciar su salida del club. Lo que debía ser una fiesta tras 35 años sin levantar el título, se convirtió en un conflicto interno.
Aficionados enfrentándose entre sí, llamadas a programas de radio entre lágrimas, y un ambiente que pasó de la euforia a la división en cuestión de días. La controversia se convirtió en el tema principal de conversación, al punto que Jamie Carragher reconoció que ya opacó todo lo demás.
Este es el tipo de caos que solo puede nacer de un vacío competitivo. Sin tensión real en la cancha, la maquinaria mediática y emocional del fútbol sigue girando a toda velocidad. Incluso la decisión de Arne Slot de alinear a Alexander-Arnold fue criticada, como si el técnico campeón no debiera usar a uno de sus mejores jugadores para evitar incomodar a la afición.
Más Allá Del Fútbol, Una Industria Que Devora Todo
Lo ocurrido con Liverpool no es único. Spurs y United, por ejemplo, están atrapados en la contradicción de tener nóminas millonarias y rendimientos mediocres. Sus derrotas ante Crystal Palace y West Ham, respectivamente, dejaron en evidencia cómo la presión de clasificar a la Champions, incluso desde la Europa League, puede deformar una temporada entera.
La escena se vuelve aún más absurda si se considera que Forest ha tenido una temporada brillante. Pasó del puesto 17 al 7 en pocos meses, a pesar de sanciones por romper reglas financieras. Aun así, el dueño bajó a gritar en la cancha como si hubieran descendido. En ese entorno, la racionalidad no tiene lugar.
El comentarista Miguel Delaney resume esta locura en una frase de un ejecutivo de la NFL a los fundadores de la Premier League: “Si creen que tienen problemas ahora, esperen a tener dinero”. Y tenía razón. El fútbol moderno ha llegado al punto donde ni siquiera los trofeos parecen suficientes.
Entre Lo Emocional Y Lo Irracional
Este caos tiene una raíz clara: la mercantilización de las emociones. Los aficionados sienten con el corazón, mientras que los clubes venden esos sentimientos como productos. Como dijo el exfutbolista y abogado deportivo Gareth Farrelly, es “la comercialización de las emociones”.
Pero sin esa pasión irracional, el fútbol no existiría como lo conocemos. Las emociones puras alimentan el deporte, pero también lo desgastan cuando se convierten en moneda. Así, la Premier vive una de sus etapas más extrañas: con campeones divididos, dueños desbordados y partidos sin nada en juego, pero con todo en juego a nivel emocional.