La decisión del gobierno estadounidense de duplicar de 25% a 50% los aranceles al acero y al aluminio importados sacudió a toda la cadena de valor de la construcción mexicana. La medida se adoptó bajo la Sección 232, un instrumento que la Casa Blanca suele invocar para “proteger la seguridad nacional”. Para México, segundo proveedor de acero de Estados Unidos, el golpe no es menor: 84% de sus exportaciones metálicas cruzan esa frontera.
Analistas de comercio exterior advierten que, solo en 2024, las ventas de acero y aluminio a su vecino del norte sumaron 16 ,078 millones de dólares. Con el nuevo arancel, más de 20,000 millones en exportaciones y alrededor de 380,000 empleos del sector siderúrgico corren peligro, lo que eleva la tensión sobre la economía nacional en un momento de creciente incertidumbre global.
Impacto En Vivienda Y Construcción
El sector inmobiliario es, quizá, el más expuesto a esta escalada. De acuerdo con la Asociación de Desarrolladores Inmobiliarios (ADI), los metales representan entre 7% y 15% del costo total de una vivienda; si el acero y el aluminio suben, el precio final de las casas también.
La ADI calcula que los constructores podrían enfrentar un incremento de hasta 10% en sus costos directos, cifra que se traduce en márgenes de ganancia más estrechos, proyectos pospuestos y, en última instancia, menor oferta de vivienda nueva en mercados urbanos ya tensionados por la demanda.
Las repercusiones trascienden a los desarrolladores residenciales. Los costos adicionales se propagan a la obra pública, puentes, carreteras, hospitales, y a industrias como la automotriz o la línea blanca, que dependen de los mismos insumos metálicos. El alza se convierte, así, en un factor inflacionario que encarece bienes duraderos y complica la planeación de infraestructura a nivel federal y estatal.
Riesgos Sistémicos y Opciones de Respuesta
El cuadro general plantea un desafío estructural: la alta dependencia de un solo mercado expone a México a decisiones unilaterales que pueden descarrilar inversiones multimillonarias en cuestión de semanas. Frente a ese escenario, expertos del CETYS señalan tres rutas de mitigación.
Primero, reforzar el mercado interno. Reasignar parte del acero destinado a la exportación para abastecer proyectos nacionales podría suavizar la presión sobre precios y mantener activo el ciclo de inversión en vivienda e infraestructura.
Segundo, diversificar socios comerciales. Aprovechar tratados con América del Sur, la Unión Europea o la región Asia–Pacífico reduciría la sobreexposición al mercado estadounidense y abriría canales para colocar excedentes productivos.
Tercero, activar los mecanismos del T-MEC. Aunque Washington justifica la medida por razones de seguridad, México puede recurrir al capítulo de solución de controversias del tratado, solicitar cuotas preferenciales o negociar exenciones bilaterales que alivien el sobrecargo arancelario.
Camino a un Futuro Resiliente
A mediano plazo, la presión sobre los costos de construcción amenaza con frenar proyectos de vivienda social, retrasar la renovación de infraestructura y deteriorar la competitividad industrial. Sin embargo, la coyuntura también ofrece una oportunidad para repensar la estrategia industrial: impulsar la producción de acero de mayor valor agregado, acelerar la reconversión tecnológica y fomentar la economía circular en la construcción.
La resiliencia del sector inmobiliario dependerá de la rapidez con que gobierno y empresas coordinen incentivos, ajusten cadenas de suministro y consoliden mercados alternativos. De lo contrario, los aranceles no solo encarecerán los ladrillos de hoy, sino que pondrán en riesgo la vivienda del mañana.