Panamá está trabajando para formalizar una ruta de embarcaciones utilizada durante años para el tráfico de migrantes, la cual ha cambiado recientemente su propósito. Originalmente empleada por migrantes que se dirigían al norte hacia Estados Unidos, ahora se usa cada vez más para facilitar su regreso a Sudamérica. Esta tendencia refleja un creciente número de solicitantes de asilo que han abandonado sus intentos de ingresar a EE.UU., desanimados por las largas esperas en la frontera y el peligroso trayecto a través del Tapón del Darién.
Migrantes de Venezuela y Colombia, que no quieren enfrentarse nuevamente a la selva peligrosa, han recurrido al transporte en bote como una alternativa más segura. Estas embarcaciones los trasladan hacia el sur por la costa caribeña, dejándolos en el norte de Colombia, donde continúan su camino. Anteriormente, esta ruta era considerada una opción “VIP” para migrantes con mayores recursos que viajaban al norte, permitiéndoles evitar días de caminata por la densa y peligrosa selva.
El gobierno panameño ha recibido críticas tras un trágico incidente ocurrido el pasado viernes, cuando una embarcación de migrantes naufragó en aguas turbulentas, provocando la muerte de un niño venezolano de ocho años. El accidente ha generado preocupaciones sobre la seguridad y regulación de estas embarcaciones, lo que ha llevado a un mayor escrutinio sobre el papel de Panamá en este proceso.
Las autoridades han confirmado que los funcionarios regionales estaban al tanto de estos movimientos de embarcaciones, aunque insisten en que los acuerdos fueron arreglos informales entre los migrantes y los capitanes de los botes, en lugar de operaciones organizadas por el Estado. A pesar de ello, las fuerzas de seguridad panameñas están monitoreando la situación para prevenir la trata de personas, detenciones ilegales y otras actividades delictivas.
El cambio en los patrones migratorios responde a políticas más estrictas de EE.UU., especialmente bajo la administración de Trump, que dificultaron el ingreso y la permanencia de los solicitantes de asilo en el país. Muchos migrantes que antes arriesgaban su viaje al norte, pasando más de un año en México esperando una cita de asilo, ahora buscan caminos alternativos.
El intento de Panamá por regular esta ruta refleja un desafío más amplio que enfrentan los países a lo largo del corredor migratorio. A medida que cambian las condiciones, tanto las naciones emisoras como las de tránsito deben adaptar sus políticas para garantizar la seguridad y los derechos de los migrantes, al tiempo que manejan las preocupaciones logísticas y de seguridad que surgen con estos movimientos. La reciente tragedia en el mar solo ha intensificado la urgencia de establecer un proceso más seguro y controlado para aquellos que buscan regresar a sus países de origen.