Olga González-Sanabria, una puertorriqueña cuya pasión por la ingeniería la llevó a la NASA, ha sido fundamental en la creación de las superbaterías que mantienen en funcionamiento la Estación Espacial Internacional (EEI). Su viaje, desde sus días como estudiante hasta convertirse en la latina de mayor rango en la NASA, es una historia de perseverancia y logros.
El descubrimiento de la ingeniería
Durante sus años de secundaria en Puerto Rico, Olga González-Sanabria fue alentada por su profesor de matemáticas a explorar las ciencias. Asistió a una charla universitaria sobre ingeniería que cambió el curso de su vida. “Oí cómo se abrían mis alas. De hecho, escuché ese pop, pop: ¡esto es!”, recordó emocionada sobre ese momento clave en su vida. Decidió estudiar ingeniería, aunque era un campo dominado por hombres en ese momento.
De Puerto Rico a la NASA
Olga se graduó en ingeniería en una época en que pocas mujeres se aventuraban en esa carrera. Aunque enfrentó desafíos, como la falta de preparación en dibujo técnico, su tenacidad la llevó a postularse para la NASA. A pesar de dudar de sus capacidades, su amigo la alentó a intentarlo: “Lo peor que puede pasar es que no te contraten”. Finalmente, fue aceptada y comenzó su carrera en el Centro de Investigación Glenn de la NASA, en Cleveland.
El desafío de las superbaterías
Uno de los mayores retos de Olga fue desarrollar baterías espaciales más duraderas para la EEI. En ese momento, las baterías de níquel-hidrógeno duraban apenas tres años, lo que no era suficiente para una estación espacial. Su equipo enfrentó la misión de aumentar su vida útil a 15 años. “Resolver cualquier problema que esté por resolver es el lado divertido de ser ingeniera”, explicó. Gracias a sus innovaciones, la vida útil de las baterías se extendió a 30 años, el doble de lo esperado.
Superando barreras en la gerencia
En 1995, Olga dio el salto a la gerencia, enfrentándose a nuevos desafíos como mujer en un campo dominado por hombres. “Dices algo y actúan como si nadie hubiera dicho nada”, comentó sobre sus primeras experiencias. Sin embargo, su perseverancia la llevó a ganarse el respeto de sus colegas y a asumir cargos de mayor responsabilidad, como Directora de Ingeniería y Servicios Técnicos en 2004.
Legado y mentoría
Después de 32 años en la NASA, Olga se retiró en 2011, dejando un legado de logros tanto en la ciencia como en la inclusión laboral. Abrió una guardería en la NASA, y hoy sigue inspirando a jóvenes interesados en la ciencia y la ingeniería. “La suerte es la intersección entre la preparación y la oportunidad”, afirma Olga, quien ahora disfruta de la vida en Puerto Rico, donde cultiva frutas y verduras, y se dedica a la pintura.
Olga González-Sanabria es un ejemplo brillante de cómo la pasión, la perseverancia y el ingenio pueden llevar a transformar no solo una carrera, sino también el futuro de la exploración espacial. Su legado en la NASA y su dedicación a la mentoría de las nuevas generaciones son una inspiración para todos.