Los países del Caribe están exigiendo una mayor asistencia financiera y recursos para enfrentar el cambio climático después de los devastadores efectos del huracán Beryl. La solicitud fue realizada durante una reunión de la Organización de los Estados Americanos (OEA) en Washington, D.C., donde se resaltó la vulnerabilidad de las pequeñas islas de la región.
El huracán Beryl, una tormenta histórica, causó la muerte de al menos siete personas y destruyó casi toda la infraestructura en algunas islas de Granada y San Vicente y las Granadinas. Este desastre ha subrayado la precariedad de las infraestructuras y las economías de estas naciones, que dependen en gran medida del turismo y la pesca.
En respuesta a esta crisis, la OEA aprobó una resolución que pide la implementación inmediata de un fondo para pérdidas y daños acordado en conferencias anteriores de la ONU sobre cambio climático. Este fondo está destinado a ayudar a los países vulnerables a reconstruir y prepararse para futuras tormentas. La resolución también insta a las instituciones financieras y de desarrollo a liberar fondos para las naciones afectadas bajo términos más favorables, sin condiciones onerosas, y a considerar la cancelación, aplazamiento o reprogramación de pagos de la deuda.
El secretario general de la OEA, Luis Almagro, subrayó la insuficiencia de los fondos actuales destinados a las islas afectadas por Beryl y destacó la necesidad urgente de al menos 9 millones de dólares en ayuda. La gravedad de los desastres naturales está en aumento, y Beryl es una clara evidencia de esta tendencia.
Además, se criticó la falta de compromiso de los principales emisores de gases de efecto invernadero del mundo en asumir su responsabilidad. Las naciones caribeñas, a pesar de ser algunas de las menos contribuyentes al cambio climático, están entre las más afectadas por sus consecuencias. Se recordó el impacto devastador del huracán Dorian en las Bahamas en 2019, que azotó el país durante dos días como una tormenta de categoría 5.
Los delegados enfatizaron la necesidad de invertir en sistemas de alerta temprana e infraestructuras resilientes, especialmente ahora que la temporada de huracanes del Atlántico acaba de comenzar. Las pequeñas islas caribeñas enfrentan desafíos significativos para protegerse y recuperarse de estos eventos extremos.
El huracán Beryl destacó por ser la primera tormenta de categoría 4 en formarse en junio en el Atlántico, intensificándose rápidamente debido a las cálidas aguas de la región. Los científicos coinciden en que el cambio climático hace más probable que las tormentas se intensifiquen rápidamente, aunque aún se debate el impacto exacto en los huracanes.
La Oficina Nacional de Administración Oceánica y Atmosférica de Estados Unidos (NOAA) ha pronosticado una temporada de huracanes más intensa que el promedio para 2024, con entre 17 y 25 tormentas, trece huracanes y cuatro de categoría 3 o mayor. Esto se compara con una temporada promedio del Atlántico, que suele producir 14 tormentas con nombre, siete huracanes y tres de categoría 3 o mayor.
Ante estos pronósticos, las naciones caribeñas están urgiendo a la comunidad internacional a prestar mayor apoyo y a implementar políticas que faciliten la financiación para mitigar y adaptarse a los efectos del cambio climático. La situación es crítica y requiere acciones inmediatas para proteger vidas y medios de subsistencia en la región.