Israel se encuentra una vez más en el epicentro de profundas divisiones internas, manifestadas en las calles con miles de personas protestando tanto en apoyo como en contra del Primer Ministro Benjamin Netanyahu. Estas divisiones, que habían sido temporalmente olvidadas tras los ataques de Hamás el 7 de octubre, resurgen con fuerza mientras el país se debate entre la continuidad de Netanyahu en el poder o su destitución. Las acciones de la policía, utilizando “agua de zorrillo” para dispersar multitudes en Jerusalén, solo añaden leña al fuego de una sociedad ya tensa.
Los manifestantes, impulsados por los devastadores efectos del ataque de Hamás y la retención de alrededor de 130 rehenes israelíes en Gaza, claman por la renuncia de Netanyahu, elecciones anticipadas, y un acuerdo para la liberación de los rehenes. Entre ellos, Katia Amorza, madre de un soldado, expresa su descontento de manera visceral, ofreciendo pagar un pasaje de primera clase para que Netanyahu “se fuera y nunca más volviera”. En contraste, figuras como el rabino Yehuda Glick y el parlamentario Ohad Tal del Partido Sionista Religioso, defienden la posición de Netanyahu y la necesidad de una respuesta militar más fuerte contra Hamás, respectivamente.
Netanyahu, una presencia constante en la política israelí desde hace casi tres décadas, enfrenta una de las mayores crisis de su carrera. A pesar de su promesa de mantener seguro a su país, muchos israelíes ahora lo responsabilizan por las fallas de seguridad que permitieron el ataque de Hamás. Sus críticos dentro y fuera de Israel lo ven como un obstáculo para la democracia, dada su coalición con partidos ultranacionalistas judíos y su oposición a un estado palestino.
El escenario actual en Israel no solo se centra en la figura de Netanyahu sino también en el manejo de la guerra contra Hamás y el fracaso en la liberación de los rehenes. A pesar de su histórica habilidad para sobrevivir políticamente, la presión que enfrenta hoy podría ser insuperable, marcando un posible fin a su carrera política. Sin embargo, la unidad en torno a la destrucción de Hamás mantiene unido al país en un frente, aunque dividido en su ejecución y liderazgo.
Este conflicto interno en Israel refleja las complejas dinámicas de una sociedad dividida entre la lealtad a su liderazgo y el deseo de cambio, en un momento crítico de su historia marcado por conflictos externos e internos. La determinación de los manifestantes, las declaraciones de figuras políticas y la continua presión sobre Netanyahu resaltan la encrucijada en la que se encuentra el país, buscando caminos hacia la seguridad, la unidad y la paz en medio de una profunda crisis.