Según un informe reciente del Banco Mundial, se ha emitido una advertencia severa sobre la economía mundial, pronosticando que experimentará su crecimiento más débil desde la pandemia. La tasa de crecimiento prevista para 2024 es de solo un 2.4%, una cifra que no ha sido tan baja fuera de los tiempos de pandemia desde la crisis financiera de 2008-09.
Un factor significativo que contribuye a este lento crecimiento es el aumento en las tasas de interés, una medida que ha sido fundamental para frenar la inflación, pero que también ha desacelerado la actividad económica. Además, los conflictos en curso en Ucrania y Oriente Medio están ejerciendo más presión sobre el comercio y la inversión globales, creando un entorno desafiante para el crecimiento económico sostenido.
La resistencia de la economía estadounidense ha sido un punto luminoso, con un crecimiento el año pasado del 2.6%. Sin embargo, esto ha hecho poco para compensar la tendencia global más amplia de estancamiento económico. Los países en desarrollo, en particular, enfrentan desafíos severos, lidiando con altos niveles de deuda y acceso limitado a alimentos, una situación que afecta a casi un tercio de la población mundial.
Los riesgos geopolíticos también han escalado, particularmente a la luz del conflicto entre Israel y Hamas. La interrupción de las rutas de envío clave, especialmente en el Mar Rojo, ha exacerbado las presiones inflacionarias, afectando la cadena de suministro global y contribuyendo al aumento de precios en productos básicos esenciales.
Los bancos centrales a nivel mundial están cerca de tener éxito en su lucha contra la crisis del costo de vida, con tasas de inflación acercándose al objetivo del 2% en economías importantes como EE. UU., Reino Unido y Eurozona. A pesar de este progreso, las tasas de interés más altas en estas economías han hecho que los préstamos sean más costosos para los países más pobres. El Banco Mundial ha expresado preocupación específica con respecto a la asequibilidad de estas tasas para los 75 países más pobres del mundo.
Esta disparidad económica se destaca aún más por los niveles de ingresos proyectados. Para fines de 2024, se espera que las economías avanzadas hayan superado sus niveles de ingreso per cápita previos a la COVID. En contraste, las personas en economías emergentes solo podrían alcanzar el 75% de sus niveles de ingresos pre-pandémicos, con los países más pobres potencialmente cayendo tan bajo como el 66%.
La crisis alimentaria global sigue siendo una preocupación significativa, especialmente para las poblaciones más pobres del mundo. El aumento brusco del 27% en los precios del arroz, en parte debido a las restricciones de exportación de India, ha aumentado estas preocupaciones. Sin embargo, la disponibilidad de otros cultivos como los granos ofrece un rayo de esperanza, con precios promedio de alimentos proyectados para disminuir en un 1% este año.
China, la segunda economía más grande del mundo, está experimentando su propio conjunto de desafíos. Una combinación de la renuencia al gasto del consumidor y problemas en su sector inmobiliario ha llevado a una previsión de crecimiento de solo un 4.5%, muy por debajo del modesto objetivo del 5% del gobierno. Esta desaceleración, influenciada por factores como una población que envejece y desafíos de desarrollo a largo plazo, presenta un obstáculo significativo para las economías que dependen en gran medida del comercio con China.
La proyección del Banco Mundial pinta un panorama sombrío del paisaje económico global. El período que conduce hasta fines de 2024 se perfila como la mitad de década de crecimiento más lento en 30 años. Sin embargo, hay esperanza de que esta tendencia pueda revertirse si los gobiernos a nivel mundial se enfocan en fomentar inversiones del sector privado, particularmente en áreas críticas para la sostenibilidad futura como el cambio climático y la transición energética.